La boda de Yolanda y Mario en Gijón

Vi una foto de Yolanda vestida de novia en Instagram y, desde el primer momento, me enamoré de su look de novia, ¡sus zapatos me parecieron una pasada!

Yolanda y Mario se dieron el sí quiero el 19 de septiembre de 2020 en Asturias. Ella ha compartido con muchísimo cariño cómo fue su boda, que tuvo que adaptarse a las restricciones sanitarias, pero no por ello dejó de ser una celebración de amor súper especial e inolvidable.

Hoy va a ser Yolanda quien os narre con todo detalle cómo fue la boda, ya que considero que sus palabras transmiten muchísimo y os pueden ayudar a muchas novias que estéis en una situación parecida.

Muchísimas gracias, Yolanda.

Mario y yo somos asturianos y nos conocimos por un amigo común, y llevamos juntos 7 años.

La historia de nuestra boda empezó el 3 de julio de 2019 en Calella de Palafrugell, un pueblito de la Costa Brava del cual nos enamoramos cuando vivíamos en Barcelona y donde fijamos nuestro refugio especial, con nuestra calita, nuestro restaurante, nuestro hotel, nuestro banco con vistas…Fue en este pueblito en el que Mario me pidió matrimonio, totalmente por sorpresa, a media noche en nuestra cala preferida, con el pueblo iluminado de fondo y después de una cena a pie del mar en nuestro restaurante favorito con un anillo precioso de Suarez repleto de diamantes. Fue increíble, totalmente mágico.

Para el momento «getting ready», Yolanda escogió una bata de Apparentia.

Todo el mundo me había recomendado vivir la experiencia de un día de pruebas junto con mi madre, un momento inolvidable y divertido entre madre e hija, y así hicimos. Efectivamente nos lo pasamos muy bien, pero no encontramos EL vestido.

Finalmente, acudí al diseñador Diego Estrada, quien hizo realidad el vestido de mis sueños: un dos piezas desmontable, con una sobre falda en georgette de seda con pequeñas perlitas cosidas a mano a lo largo de toda la cintura y la caída de la falda y un vestido de crepe de seda con espalda abierta y una apertura en la falda, con los mismos detalles en cintura y mangas. Quería un vestido de líneas rectas, limpio y elegante y del que con el paso de los años nunca me cansara. Un vestido totalmente yo y con el que me sentí infinitamente cómoda.

Los zapatos, unos Jimmy Choo en glitter dorado, los compré junto con mi mejor amiga de la infancia, quien desde hace un año cabalga entre China y los Estados Unidos, y con la que fue una suerte poder vivir ese momento ya que, finalmente, debido a la pandemia, no pudo asistir a la boda.

Respecto al peinado y maquillaje, tenía claro que quería ser fiel a mi estilo en un día tan señalado. Escogí Oui Novias por su amplia trayectoria en el sector nupcial. Ellos me asignaron a la gran maquilladora Paloma Baena que me asesoró desde el minuto uno hasta dar con el look perfecto, un maquillaje potente, muy yo, con un sombreado en color cobre y una coleta alta con ondas naturales. El toque final lo ponía la diadema de plumas de Buffuna Hats.

La papelería de nuestras invitaciones corrió a cargo de gráficas Careaga, personalizadas hasta el último detalle, una invitación minimalista y elegante en un sobre negro con un forro de palmeras, un guiño a la decoración y temática que se encontrarían el día de la boda. Por otro lado, gráficas Asturcopia nos realizó unas cajitas personalizadas para guardar las mascarillas durante el banquete.

Escoger foto y video para la boda, nos fue muy fácil, lo teníamos muy muy claro, las fotos de Cristina Cañibano trasmiten más allá de un posado de boda, son naturales y reflejan la emoción de ese día de forma espontánea y muy natural. En cuanto al video, lo mismo. Eleven Moments era nuestro rollo, un pedacito del día de nuestra boda congelado para siempre y disponible para reproducir en bucle con una banda sonara de fondo super especial, que no hace más que añadirle emoción a ese día, y es que Javi no tiene rival en su campo.

Siempre quisimos una boda en Asturias, en el mes de septiembre y de tarde, por lo que, siguiendo nuestros planes, nos casamos el 19 de septiembre de 2020, en plena pandemia, rodeados de dudas y restricciones, pero muy seguros de no aplazar nuestra fecha.

Somos una pareja muy positiva, expertos en vivir el momento y adaptarnos a cualquier situación. Después de 7 años una pandemia no iba a frenar nuestros planes.

Para nosotros lo realmente importante no era la duración del convite, o el número de invitados, o llevar o no una mascarilla que al final sabíamos que nos acompañaría durante mucho tiempo, sino celebrar nuestro compromiso el uno con el otro, y nos daba igual todo lo demás.

Escogimos la iglesia de Salinas para la ceremonia, por ser un lugar especial para las dos familias, cargado de recuerdos.

Mario lució un chaqué de Verano Ceremonia, camisa de Jaime Gallo, corbata, gemelos y tirantes de Scalpers y reloj de Tissot.

En cuanto al lugar de celebración, ambos teníamos claro que la Finca Villamaría, en Gijón, era nuestro sitio. Es una Finca con un palacete colonial y unos jardines preciosos, que además cuenta con un llagar con toneles con infinidad de posibilidades. Nuestra primera idea era una boda de tarde con una cena al aire libre rodeados de árboles y naturaleza aprovechando los preciosos jardines del lugar, pero al ver el interior del llagar, decidimos junto con Los Ojos de Miranda eventos, nuestro servicio de WP, trasladar la noche estrellada y ese bosque al interior, creando un espacio idílico, sin precedentes en la finca y que sin duda fue posible gracias al trabajazo de Pando Floristas, y la iluminación de Siapro.

Debido a las restricciones, adelantamos la ceremonia a las 16 h para ganar 1 horita más frente al horario de cierre de la hostelería que en Asturias en septiembre estaba fijado a la una de la madrugada.

 A las 18h comenzó el cóctel en la finca, que tuvo lugar al aire libre, a pesar de la lluvia incesante que tuvimos durante toda la mañana del día de nuestra boda. Contamos con Global Rent para instalar una carpa que en el último minuto no hizo falta pues de pronto salió el sol y pudimos disfrutar del cóctel al aire libre en los jardines aledaños al llagar y de la actuación en directo del grupo musical Santa Cecilia Club Band, regalo de mi padre y sin duda otro acierto, puesto que amenizaron el aperitivo con música reconocible por todos los públicos. Después de un confinamiento como el que vivimos, poder disfrutar de una actuación en vivo al aire libre y con todas las medidas de seguridad pertinentes por la situación dada…fue un regalo para todos. 

El ramo de Yolanda fue obra de Pando floristas.

Una vez finalizado el magnífico cóctel servido por Deloya gastronomía, con coctelería de Varsovia Gijón, una de las coctelerías más top de España y amenizado por el grupo de música, Santa Cecilia Club Band, antes de pasar al llagar para el convite, ya que se trataba de un espacio cerrado, se tomó la temperatura a todos y cada uno de los asistentes entre otras medidas, como test, hidrogel y seguridad para controlar el uso de las mascarillas. Las ganas de casarnos eran infinitas, pero también las de hacer las cosas bien y por eso a través de nuestra WP estuvimos en contacto con las administraciones pertinentes para conocer las restricciones de primera mano y adecuarnos siempre a lo establecido con plenas garantías.

De un total de 130 invitados al principio de los preparativos, finalmente nos casamos con 80 personas de nuestro círculo más cercano. Un número reducido de asistentes que nos permitió disfrutar en todo momento del día con distancia y seguridad, no sólo en el cóctel exterior, sino también en la cena en el interior, para la cual dispusimos de tableros para 10 personas, pero con un máximo de 6 por mesa, y organizados por núcleos familiares o de convivencia para garantizar el máximo de distancia entre comensales y no cruzar personas de diferentes ámbitos.

Esta forma de organizarnos fue todo un éxito, los invitados cenaron de forma relajada y disfrutando del momento sin preocuparse por la distancia o el covid en la mesa. Este momento era muy importante para nosotros y buscamos junto con Los Ojos de Miranda, la forma para que todos los asistentes lo pudieran vivir sin estrés. Por aquel entonces el máximo en hostelería por mesa era de 10 comensales y preferimos reducirlo para ofrecer una mayor sensación de seguridad a nuestros invitados. Pensamos que ya que habían sido valientes de acompañarnos en nuestro día, debíamos mostrarles todo nuestro respeto y cariño a través de cualquier detalle y hacerles sentir seguros, era parte de nuestro deseo principal.

A las 20:30h entramos en el llagar para la cena, con una decoración de película, un espacio repleto de vegetación, con palmeras retroiluminadas que rodeaban todo el perímetro y helechos que colgaban desde el techo a distintas alturas, junto con una red de microbombillas y velitas en burbujas de cristal. El toque final lo remataba una pajarera de forja, también cubierta de vegetación, en el centro del espacio y en la cual cenamos a solas mi pareja y yo, una cena súper íntima y romántica, rodeados de los nuestros.

Sin duda, el momento cena fue uno de los más especiales para nosotros y creo que para todos. Todo el espacio contaba con una iluminación muy tenue con pequeñas bombillas y las velas entrelazadas con el techo vegetal y para resaltar las mesas, focos de luz cenital que ayudaban a dar ese aspecto de bosque encantado que desde Los Ojos de Miranda diseñaron. La decoración floral en mesas, variaba de unas a otras en dos alturas, jugando con la decoración y la iluminación, unas mesas contaban con centros bajos de helecho y otras de centros altos, con árboles de forja y velas.

Tanto la cena como la entrada al salón resultó ser toda una experiencia única para nuestros invitados, el espacio así decorado, su iluminación, y el hilo musical de fondo presente durante toda la cena y que simulaba los ruidos de un bosque, con búhos y pájaros lo hacían aún más especial. ¡Estábamos cenando en un bosque de película!

Nosotros entramos al banquete una vez todos los invitados estaban sentados en sus mesas, en ese momento yo me deshice de la sobrefalda y aparecimos entre la vegetación con la canción de «Que bonito es querer» de Manu Carrasco, a tope de volumen. Nos pareció una letra super acertada y emotiva para agradecer a todos lo mucho que significaba su presencia en ese día tan especial en medio de una pandemia.

Un saxofonista realizó tres pases en directo, uno por cada plato a degustar y que nos dejó fascinados a todos. Una forma super divertida de animar la velada, teniendo en cuenta las restricciones covid frente a fiestas y la prohibición de pistas de baile. Todos disfrutamos muchísimo desde nuestras respectivas mesas, un espectáculo a cargo del gran músico Miguel Sueiras.

Tras la cena y dadas las restricciones y la limitación horaria, hicimos nuestro baile al son de Barry White con su canción “My first my last my everything”, abriendo así el momento copa en mesa, bajo nuestro bosque encantado y donde de nuevo Varsovia nos dejó flipados con sus cócteles y combinados, acompañados por un nuevo pase de saxo para dar el colofón a una boda en tiempos de covid inolvidable tanto para nosotros como para nuestros invitados. Tenemos pendiente una buena juerga, pero ese día sin duda nadie la echó en falta.

Grg Eventos se encargó de la música de la celebración.

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