Raquel y Fofi se conocieron hace seis años en Madrid, ya que ambos trabajaban en el Departamento de Marketing de un importante grupo de restauración. Tras años de noviazgo, decidieron dar el paso de darse el “sí quiero”.
Un mes antes de casarnos y coincidiendo con la fecha de nuestra pedida, reunimos a nuestras familias en nuestra casa. Fue un día muy emotivo e íntimo. Mi familia quiso regalarle un reloj a Fofi de la relojería sevillana El Cronómetro, y su familia me regaló un bonito anillo que hicieron a medida en una joyería de Jerez. Después de la cena, de las palabras y regalos, se unieron nuestros amigos y estuvimos en casa de copas hasta las 6:30h de la mañana. Estaba claro, que nuestra boda iba a prometer. Y, como podréis ver, así fue.
El 15 de junio de 2019, Raquel y Fofi se convirtieron en marido y mujer en la Iglesia Mayor Prioral en El Puerto de Santa María.
El espectacular vestido de Raquel fue obra del diseñador Jesús Peiró. Bajo del vestido, la novia llevaba un cancán antiguo de L’Arca Barcelona. El calzado de la novia lo firmaba Magrit. El “algo prestado” de Raquel fueron unos pendientes que le dejó su suegra. De su peinado y su maquillaje se encargó Manuel Cecilio (@nadador). El novio lució un elegante traje de la firma Fields.
Los novios celebraron su enlace con sus amigos y familiares en la Hacienda Espantarodrigo, en Jerez de la Frontera. Kokko Eventos se encargó de la decoración del espacio, y Floristería Artemisa de la decoración floral, todo ello con la ayuda de Marga (madre de Fofi), hizo que la Hacienda se convirtiera en un lugar mágico.
Gracias a Campuzano, disfrutaron de una excelente cena. Para ello, Raquel regaló a sus invitadas unas Converse blancas y unas zapatillas de esparto. Gracias a esto, pudieron bailar hasta el amanecer con la música de Gilafest
Las fotografías las tomó Couche Photo. Antes de mostraros las imágenes, acabo el post con estas bonitas palabras de Raquel:
Como sabemos, la boda no se trata de un día, son muchos meses compartiendo emociones con tus seres más queridos. Uno de mis miedos, era no saber controlar los nervios ese día. Sin embargo, todos aquellos que me conocen, recuerdan cómo dejé a un lado todo nerviosismo y solo transmitía felicidad. La entrada en la Iglesia, la recepción de todos nuestros invitados en la Hacienda, las mil y una fotos, todos los abrazos, muestras de cariño, diversión que una vez pasada la boda, no dejaron de agradecernos, por haber compartido un día tan especial. En breves haremos un año de casados, y sigo recordando la boda como si me hubiera casado ayer. Una imagen vale más que mil palabras, y no me canso de ver las fotos ya que desprenden mucha diversión y amor. A mis dos íntimas amigas que se casan este año, solo les aconsejo: que se olviden de todo y que disfruten del día de su boda, si algo no sale tal y como ellas esperaban, eso da igual. Lo importante es no perder ni un minuto del que sin duda es uno de los días más felices de sus vidas.
Fin.