Noviazgo, boda y matrimonio: la experiencia de Lucía Martínez Alcalde

“Me llamo Lucía Martínez Alcalde, soy de Burgos. Estudié en Pamplona Filosofía y Periodismo y ahora trabajo en la revista Nuestro Tiempo. En 2015 me casé con el hombre más maravilloso del mundo: Pablo. Ahora somos padres de tres peques: Jaime, Ignacio y Fátima (que tiene tres meses). Tengo una novela publicada (se llama Me debes un beso) y estoy terminando de escribir con María Álvarez de las Asturias un libro especialmente dedicado a los recién casados”.

Así se presenta nuestra entrevistada de hoy. Descubrí a Lucía a través de Instagram (@luzmaral), y en seguida me hice fan de su blog (accede aquí), de sus palabras, su forma de escribir y de su firme creencia en el amor del bueno. Leí su libro, Me debes un beso, que me encantó (estoy deseando leer el segundo que tiene entre manos). Por ello, me emociona muchísimo que una mujer a quien admiro tanto esté en mi blog contándonos su experiencia de noviazgo, boda y matrimonio, un tema en el que es experta y del que habla con detalle en su blog. Os dejo con su historia, que, estoy segura, os resultará inspiradora.

  • ¿Cómo comenzó vuestra historia de amor?

Nos presentó en noviembre de 2012 mi cuñada, muy casualmente, andando por el campus de la universidad donde yo estudiaba, en Pamplona. Pablo acababa de volver a España después de unos años en el extranjero. Entonces yo estaba con otro chico y no le di más importancia. El verano de 2013, yo buscaba un plan para ir a la JMJ de Río de Janeiro y no encontraba nada que me encajara. De nuevo apareció en escena mi cuñada y me comentó que su hermano y sus amigos estaban organizando un viaje. Y después de pensarlo mucho me lancé y me apunté con ellos. En Brasil hablamos muchísimo, fue un descubrirse mutuamente, y a la vuelta seguimos en contacto. Empezamos a salir en febrero de 2014 y me pidió matrimonio en diciembre de 2014, el día de mi santo (13 de diciembre). Nos casamos en junio de 2015.

  • ¿Qué es, para ti, lo más importante del noviazgo?

Conocerse muy bien y sentar las bases para el proyecto que es el matrimonio. Para esto es fundamental trabajar una buena comunicación, que no es solo ser buenos conversadores y hablar mucho, sino también saber expresar los deseos y las expectativas, saber llegar a un consenso juntos, aprender a discutir sin dramas y a perdonarse con rapidez, llegar a ser expertos el uno del otro.

  • ¿Qué consejos darías a los novios?

Que no pierdan de vista que el amor se construye: por eso siempre se puede amar más y mejor. El amor no es una florecilla que simplemente hay que regar y proteger de las heladas. Es algo mucho más activo.

Tuve unos vecinos en mis años de estudiante que eran un matrimonio muy mayor, llevaban más de 60 años juntos, y recuerdo una vez que él me dijo, contándome su historia: “Lo importante es conjugar el verbo amar”. ¡Y me encantó! Porque esa es la idea: amar es un verbo, es algo activo, hay que emplear en ello todo nuestro ser, cabeza, corazón, libertad… Los problemas llegan cuando pensamos que simplemente tenemos que “dejar fluir” las cosas. Pero si tenemos libertad es para usarla, creo yo. Lo bonito de esta concepción del amor como algo que se construye es que se pierde el miedo a las crisis, porque se entiende que una crisis puede ser de crecimiento y algo muy necesario para poder seguir construyendo mejor este proyecto común: a veces es fácil que algo de la relación nos haya quedado torcido, o con los cimientos mal puestos, o no a nuestro gusto… Darnos cuenta de eso puede suponer una crisis, pero ¡no pasa nada! Tiramos ese tabique, reconstruimos esos cimientos, reajustamos lo que sea necesario ¡y a seguir construyendo el amor!

  • ¿Cuándo decidisteis casaros?

Realmente lo teníamos bastante claro desde que empezamos a salir, pero nos parecía importante darnos unos meses para seguir conociéndonos y para prepararnos más conscientemente hacia el matrimonio (que eso es el noviazgo en el fondo, una preparación para un posible matrimonio).  A los 10 meses de empezar el noviazgo, Pablo me lo pidió. No es que me pillara de sorpresa el hecho en sí porque, como os cuento, era un tema que habíamos hablado muchas veces. Sí fue sorpresa el momento.

Sucedió después de la comida de celebración de mi santo. Esa misma tarde fuimos a su casa a empezar a prepararlo todo. ¡Él ya tenía preparados unos Excel maravillosos donde ir apuntándolo y organizándolo todo!

  • ¿Cómo recuerdas el día de vuestra boda y la preparación?

No sé si influenciada por las películas románticas o qué, pero siempre pensé que lloraría mucho el día de mi boda (además soy bastante de lágrima fácil y en todas las bodas de mis amigas siempre he llorado). Pero no. Solo sonreía y me reía. Todo el rato. Fue un día muy muy bonito.

Nos casamos un 20 de junio de 2015. Me fui a casa la tarde del 18. No quería pasar mucho tiempo lejos de Pablo antes de la boda y tampoco había mucho más que organizar. El día anterior le había dado a Pablo un “diario pre-boda” con reflexiones que había ido escribiendo cada día en el último mes.

En el tren, de pie a punto de llegar a la estación, una señora me preguntó si era de Burgos, y que si volvía después de las clases de la universidad. «Vuelvo para casarme», dije con una sonrisa que se me desbordaba. Y decirlo en voz alta me pareció una pasada.

El día 19 llegaban Pablo y su familia. Comimos todos en un pueblo de Burgos. Nos despedimos y mi hermana y yo fuimos a recoger mi vestido a Rosa Clará. Lo dejamos en su casa porque en casa de mis padres no cabía (y yo me iba a cambiar en el hotel al día siguiente).

Pasó Pablo a buscarme y fuimos a Misa. A la salida, un matrimonio veterano nos dio un consejo súper bonito sobre aprovechar nuestra primera comunión como marido y mujer.

En mi casa estuvimos escribiendo los mensajes de agradecimiento personalizados que pondríamos a los invitados en las mesas al día siguiente. Quedamos con algunos de nuestros hermanos para un picoteo de cena y unas copas rápidas por el centro de Burgos. Por esas calles nos empezamos a encontrar invitados que ya habían llegado. Todo sonaba a fiesta.

Me acosté emocionada. Dormí genial. Me desperté feliz. Me quedé sentada en la cama antes de salir de la habitación para aprovechar a rezar un ratito con calma antes de que empezara el torbellino de preparativos. Apareció Pablo, mi hermano pequeño, y sin decir mucho se tumbó a mi lado. Estuvimos charlando un buen rato antes de ir a desayunar.

Llegué a la pelu . Mientras me lavaban el pelo, una de las chicas comentó: «¡No estás nerviosa!». Y yo: «¡Por qué iba a estarlo!». Estaba más que segura de lo que iba a hacer, ¡no podía desearlo más! Así que nada de nervios. Aunque en mi casa algunos ya habían consumido un par de infusiones, jeje.

Terminé de la pelu tarde y se me habían pasado un poco ya las ganas de comer, pero al llegar a casa y oler el riquísimo revuelto de queso, tomate y jamón que me había preparado mi hermano Álvaro (el chef de la familia), se me abrió el apetito. El revuelto más rico de mi vida.

Mi hermana y mi madre me ayudaron a vestirme en el hotel.

Mi padre y el coche esperaban. Yo iba súper puntual. De hecho, tuvimos que dar dos o tres vueltas a la manzana de la iglesia (San Cosme y san Damián) porque los invitados todavía no entraban.

El sacerdote que celebraba la boda fue mi tío Pedro, así que fue especialmente entrañable, con una homilía muy bonita, profunda y cariñosa. Y de repente ¡el momento del consentimiento! Y después de ese “todos los días de mi vida”… ¡ya marido y mujer! En el momento de la comunión, el grupo de música y la solista que habíamos contratado cantaron dos canciones: “Set me as a seal” (con letra del Cantar de los Cantares, que había sido la primera lectura de la Misa, y que en uno de los versos dice que “el amor es más fuerte que la muerte”) y “Lord, I need you” (esto fue una sorpresa para Pablo que organicé compinchada con uno de los músicos, esta canción la escuchamos por primera vez cantar a Matt Maher en la JMJ de Río de Janeiro, en la playa de Copacabana).

De la salida de la iglesia tengo dos recuerdos especiales: además de pétalos de rosas, los invitados nos lanzaron pompas de jabón. Esto fue idea de mi hermana, porque mi novela (Me debes un beso) antes de llevar el título definitivo se llamaba Pompas de jabón.

El segundo momentazo fue cuando apareció Gonzalo, el marido de una prima de Pablo, con dos botellas de agua ¡menudo detalle! Me fascinó que en medio del jaleo y del calor alguien pensara que vendría bien hidratar a los novios, jeje.

Fuimos a tres sitios distintos de Burgos a hacernos las fotos (plaza de la Catedral, mirador del Castillo y paseo de la Isla). Fue genial la confianza que teníamos con la fotógrafa y la chica del vídeo. Nos dejaron bastante a nuestro aire, para que pudiéramos disfrutar de esos primeros momentos como marido y mujer, sin tener que preocuparnos en posar (salvo en unos momentos puntuales). Esto es algo que recomiendo muchísimo: tener al menos unos minutos entre la ceremonia y el banquete para poder “comentar la jugada”, con calma, como tomar conciencia de la aventura tan grande que acaba de comenzar.

La celebración fue en el Hotel Abba. En el aperitivo, el banquete y la fiesta lo pasamos genial. Muchos invitados de la familia de Pablo con los que coincidimos al mes siguiente en la boda de uno de sus hermanos me comentaban: ¡No parabais de bailar! (Y no solo por la fiesta sino desde el primer momento nada más salir de la iglesia…) Creo que era una manera más de expresar esa alegría tan grande que teníamos dentro. Al salón de la cena entramos bailando “Hold my hand” de Michael Jackson.

En el banquete tuvimos algunos detalles especiales: unos ramos para nuestras madres, unos regalos para nuestros padres; para los siguientes que se iban a casar les habíamos personalizado un marco con unos playmobils de novios; y mi ramo me lo habían preparado para dividirlo en dos: una parte fue para mi cuñada (la que nos había presentado) y otra fue para mi amiga Lucía, que acababa de empezar a salir con un chico dos días antes (con el que ahora está casada). A las mujeres invitadas les repartimos unos broches de “la flor de la esperanza” de la AECC (el dinero de los broches iba para los proyectos de dicha asociación en su lucha contra el cáncer).

  • ¿Qué es para ti lo más importante en una boda?

Ser muy consciente de lo que supone casarse y haberse preparado muy bien para dar ese paso. Así se disfruta todo por mil. También para disfrutar de ese día creo que es importante no complicarse con los preparativos y delegar todo lo posible, y así poder estar centrados en lo importante: el novio en la novia y la novia en el novio.

  • ¿Qué fue lo más bonito del día de tu boda?

Saber que no era el día más feliz de mi vida sino el comienzo de los días más felices de mi vida. Saber que a partir de entonces Pablo y yo comenzábamos nuestra vida juntos como marido y mujer. Y poder vivir algo así tan bien rodeados de tantísima gente querida.

  • ¿Qué consejos darías a futuras novias para el día de su boda?

Que dejen los nervios aparcados. Que se centren mucho en su novio y en disfrutar los dos de ese día tan especial. Que si algo no sale como estaba planeado… podáis miraros los dos y reíros sin más, porque lo importante lo tenéis (esto último fue un consejo que me dio una buena amiga).

  • ¿Qué es para ti el matrimonio?

Es un compromiso para siempre en el que, como dicen las palabras del momento del consentimiento, yo me entrego al otro y recibo también la entrega de su vida, y prometemos ser fieles “en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. No son meras palabras bonitas sino que son “palabras que hacen”. Me parece muy impresionante que tras decir esas palabras no solo “estoy casada” sino que “soy esposa”, es un cambio esencial en mi vida, porque he decidido libremente lanzarme a ese compromiso. Que las personas seamos capaces de una promesa así de fuerte dice mucho de la grandeza de nuestra libertad.

  • ¿Qué es para ti el amor verdadero?

Creo que es lo mismo que va incluido en las palabras del consentimiento: un amor incondicional que permanece en lo bueno y en lo malo. Y un amor que siempre está aprendiendo. No somos perfectos, todos tenemos defectos, cometemos fallos y hacemos cosas mal a veces, pero que nuestro amor sea imperfecto no quiere decir que sea menos verdadero. Lo importante es no parar de aprender nunca y querer siempre querer más y mejor. Además, cuando alguien te ama así de incondicionalmente con todo lo que eres, creo que eso te sirve de impulso también para “sacar de ti tu mejor tú”, como decía Pedro Salinas. En los 5 años que llevamos casados eso lo he podido vivir al lado de Pablo.

  • ¿Qué cambios ha supuesto el matrimonio en vuestra relación?

Es un cambio esencial: pasar de ser novios a ser esposos. Al final el compromiso de un noviazgo es temporal, por definición. El compromiso del matrimonio es para “todos los días de mi vida”.

Sin duda alguna puedo decir que amo a Pablo mucho más (y mucho mejor) que hace cinco años, y eso es por todo lo que hemos aprendido en este tiempo casados. Creo que un amor así de incondicional como el que prometes cuando te casas ayuda mucho a crecer, personalmente y como pareja.

Además, como cristianos, al casarnos por la Iglesia recibimos el sacramento del matrimonio y eso no es solo para el día B, sino que la ayuda de Dios se nota muchísimo en el día a día en nuestra relación, ¡y no es poca ayuda! 🙂

  • Según tu experiencia ¿qué consejo darías a otros matrimonios para vivir el amor en el día a día?

Seguir trabajando una buena comunicación, ser cada vez más expertos el uno del otro, crecer y madurar juntos, pensar siempre bien del otro (incluso en los roces o peleas), perdonarse rápido, pasarlo muy bien juntos, no dejar de admirarse mutuamente, no dejar de agradecer cada pequeño detalle, tener claro siempre que lo primero es el otro (también cuando vienen los niños y parece que hay que “repartirse” el tiempo, jeje).

Me contaron una historia de un matrimonio veterano al que preguntaron cuál era su consejo para llevar tantos años casados y ser tan felices, el marido contestó: “Vivimos en un concurso permanente de a ver quién hace más feliz al otro”. ¡Me parece un consejo buenísimo!

Y, como os he avanzado antes, Lucía tiene un blog maravilloso en el que podéis conocer más sobre su historia, ¡a mí me encanta!

Desde que Pablo me preguntó si quería casarme con él, empezamos a prepararlo todo. Teníamos seis meses por delante, ni poco ni mucho, pero no había tiempo que perder. Y desde el primer momento nos dimos cuenta de una cosa: además de toda la preparación material del genial jaleo que puede llegar a suponer montar una boda —todo eso estaba bajo control con los Excel que había organizado Pablo con gran previsión— lo más importante era la preparación inmaterial, esa que va a durar mucho más allá del 20 de junio de 2015.

En esos meses fuimos aprendiendo mucho. El uno del otro, de lo que veíamos, de los demás, de los cursillos prematrimoniales, de sabios consejos de gente sabia, de buenos libros, de pelis buenas, de tertulias, de conferencias, de la vida… Y pensamos que sería bueno compartir algo de lo que aprendíamos por el camino.

Así que este fue uno de los motivos por los que pensé en empezar un blog. Y porque después de que “tener un blog” fuera uno de mis propósitos de Año Nuevo durante los últimos ocho años, pues tal vez ya tocaba. El caso es que con el lío de los preparativos no me dio la vida, pero la idea me rondaba y seguí dándole vueltas. Así, finalmente, en enero de 2016, lancé #MakeLoveHappen (https://makelovehappen.blog/ ).

Muchísimas gracias, Lucía, por compartir tu experiencia con tanto detalle y cariño. Y gracias también a todas las lectoras y los lectores del blog, ¡un beso!

Con mucho cariño,

Marta 🙂

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